Alguien me dijo que hace mucho mucho tiempo, cuando la raza humana fue creada, había dos tipos de seres humanos que vivían en armonía. Unos eran de tierra, y conocían los misterios del fuego y el metal, mientras los otros, de aire, conocían los secretos de la magia y el agua.
Cuando los humanos que hoy conocemos decidieron construirse sus casas, abonar la tierra y estudiar el mundo, los seres de aire se fueron a los bosques, donde vivían, errantes y mágicos, en comunión con la naturaleza.
Durante mucho tiempo seguían intercambiando sus formas de vida, la gente de las casas recurría a ellos para sanar sus vidas, y a cambio ofrecían los frutos de su tierra y sus descubrimientos.
Cuando la humanidad creció, y se hizo vieja, y las carreteras inundaron los bosques, y el mar se llenó de barcos, las personas de los bosques no tuvieron más remedio que marcharse si querían sobrevivir. Muchos de ellos murieron, pues no querían abandonar a sus hermanos, y otros decidieron dar sus brazos, y se construyeron alas en cambio, y se fueron a vivir al cielo, entre las nubes.
Cuentan que allí vivieron durante muchos muchos años, tantos, que la humanidad se olvidó de ellos, y ya solo los recordaban los niños y los animales. Ellos, en cambio, observaban desde arriba lo que sucedía, y desde su suelo azul de vez en cuando mandaban mensajes en forma de viento, que los hombres rara vez escuchaban.
La humanidad siguió creciendo, se hizo arrugada y vieja, y los hombres parecían tan tristes que los seres de aire pensaron deberían regresar. Poco a poco se desprendieron de sus alas, y bajaron a la tierra, llegando a parecer personas normales, e incluso creyendo ellos mismos que lo eran.
Pero no lo son, en absoluto, cuentan que la primera vez que ves sus ojos puedes ver el cielo a través de ellos, y que en su espalda desnuda aún les quedan unas cicatrices, que recuerdan que una vez pudieron volar.
A menudo se sienten tan solos que les invade la tristeza, y languidecen en un mar de lágrimas oscuras.
Si les prestas atención y les cuidas te regalarán colores, flores y frutas, que alimentarán y embellecerán tu vida.
Si les dejas marchar te dejarán una cicatriz de color rosa, de la que brotará un amor incondicional y eterno...
Dicen que si alguna vez se encuentran dos de ellos, se reconocerán al instante, aún cuando no sepan porqué, y será porque habrán reconocido el aire a través de los ojos del otro, y tendrán una luz blanca que les rodee allá donde vayan, el tiempo se concentrará y ralentizará, y los aparatos electrónicos dejarán de funcionar, pues un viento profundo moverá y limpiará todo lo que se encuentre a su alrededor.
Y realmente todo lo que hagan juntos hará florecer de nuevo los bosques, renovará los ríos, transformará las ciudades y calmará las guerras, y en su abrazo cabrá la humanidad entera, que no podrá volver a ser la misma desde su regreso...
jueves, 22 de octubre de 2009
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très beau!
ResponderEliminarcuéntaselo a tus sobrinos, que les va a gustar
besiños